domingo, 12 de julio de 2009

En casa de Augusto B. Leguía

A los 20 años me empleé a casa de Augusto B. Leguía, no en palacio, en su casa.

Un día me lo crucé y me preguntó “Cómo te llamas?”… “Yo me llamo Abigail, pero a nadie le gusta mi nombre por eso me han puesto María, nadie puede pronunciar”. Él respondió “Cómo? Un nombre tan bonito”… “bíblico”, creo, dijo. Desde entonces cuando nos encontrábamos en el pasillo, él me decía “Hola Abigail! Cómo estás?”

Otro día, cuando le tomé más confianza le dije “Porque le llaman tirano, ladrón? Si usted se usa la fortuna de su mujer”. “Y tu cómo sabes?” me preguntó. “Yo he trabajado en su ingenio y en su fábrica, cuando era chica”. El se rió y me dijo “Qué lindo título, estoy escribiendo mi libro y le pondré así. Y te voy a dedicar un libro”.

En eso ya vino la persecución.

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